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Temperatura, humor y ritmo; la esencia del Zodíaco

  • Foto del escritor: Stella Maris
    Stella Maris
  • 4 dic 2019
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 4 dic 2019

A partir de la temperatura, el humor y el ritmo se determinan las diferentes fases a través de las cuales la trayectoria aparente del Sol divide el orbe sublunar en dos hemisferios. El efecto de la luz que se filtra desde ese ángulo es el que establece las pautas a través de las cuales el medio virtual, compuesto por la sustancia lunar, un medio fluido implícito, puede manifestar toda la inmensa variedad de expresiones a través de las cuales filtramos nuestra percepción de la realidad.


Cada uno de los signos se corresponde con un momento en las fases de expresión de los diferentes elementos. Desde tiempos muy antiguos, la búsqueda y la comprensión de cómo está configurada la realidad hizo que el físico, el pensador, el astrónomo buscara en las características de los elementos compuestos aquellas propiedades que determinan los principios a partir de los cuales los diferentes procesos se dinamizan, creando tales compuestos. La combinación de estas propiedades constituye los cuerpos de los diferentes entes naturales.


El inicio de la primavera y el inicio del otoño son los llamados equinoccios, que coinciden con el instante en el que los días y las noches abarcan el mismo número de horas. En esos puntos de intersección se inicia el círculo del Zodíaco. Este círculo es como una franja que ciñe el medio que envuelve a la Tierra. Ese medio es un medio energético fluido, húmedo, sensible y receptivo, que se corresponde con las propiedades del campo magnético terrestre. La Tierra es una roca con un núcleo metálico que gira alrededor de sí misma, generando dicho campo magnético.


Alrededor de ese objeto que es la Tierra, gira otro cuerpo, la Luna, también de naturaleza rocosa, también con componentes metálicos, que gira a gran velocidad dinamizando ese medio magnético y generando un campo electromagnético. Estimulado por la luz ese campo magnético se expresa en diferentes niveles de vibración, que se corresponden con los diferentes elementos; tierra, agua, aire y fuego, que mezclados forman todos los compuestos que integran los entes. La complexión cualitativa de los diferentes estados materiales determina sus propiedades y se disponen en capas, donde la capa central está conformada por un cuerpo sólido (tierra) alrededor del cual se dispone un elemento líquido (agua), que a su vez es envuelto por un elemento más ligero (aire). Y por fin, tenemos revistiendo todo el conjunto una capa constituida por el elemento radiante (fuego).


Los antiguos indicaban que la pesadez de esos diferentes elementos es relativa, donde el fuego, la capa radiante exterior, es más ligero que el agua y la capa gaseosa inmediatamente inferior a su vez es más ligera que la capa líquida que recubre la Tierra; de estos cuatro elementos, el fuego, el aire y el agua son mezclables, mientras que el cuarto elemento, aquel que tiene el mayor grado de pesadez y por lo tanto, de frecuencia vibratoria más lenta, no es mezclable (tierra).


Tenemos, por lo tanto, una esfera constituida por los cuatro elementos conformando un campo electromagnético que denominamos sustancia de la esfera de la luna, en el que cada uno de ellos ocupa su lugar natural.


Indicaban los antiguos que existen dos tipos de movimiento. El movimiento rectilíneo y el movimiento curvilíneo, siendo que el movimiento rectilíneo puede ser del centro hacia fuera o de fuera hacia el centro. Ese movimiento de expansión o de contracción tiene una polaridad que se corresponde en los elementos con sus cualidades primarias activas. La calidez del movimiento de dentro hacia fuera y la frialdad del movimiento de fuera hacia dentro.


El movimiento curvilíneo es un movimiento transmitido a la masa densa de los elementos vibrantes por la moción de su rotación alrededor del eje, mezclando los diferentes elementos y produciendo un estado virtual, a través del cual, con el concurso estimulante de las diferentes frecuencias lumínicas, se genera la manifestación de lo que denominamos REALIDAD.


Es, por lo tanto, por la confluencia entre el movimiento rectilíneo a través del cual los diferentes elementos buscan su lugar natural y el movimiento de rotación de la Tierra, que se genera la manifestación compuesta de las diferentes mezclas que conforman todos los entes que habitan el orbe sublunar. Todos los entes que habitan en el orden sublunar son análogos en su complexión energética a la complexión del campo lunar, que es el campo constituido por el medio energético que hemos descrito. Todos los cuerpos compuestos están configurados a partir de una característica combinación entre los diferentes elementos primarios (tierra, agua, aire y fuego), de tal manera que cada unidad discreta está compuesta por los cuatro elementos en diferentes proporciones y organizados de maneras distintas.


Esa condición análoga hace que cualquier evento que afecte a un ente que integre otros entes replique las características de dicho evento en cada uno de los entes discretos. En otras palabras, todo lo que ocurre a nivel del globo que nos envuelve se transmite a las diferentes esferas que están integradas en dicho globo en virtud de sus analogías físicas y geométricas. Cualquier ente está constituido por un campo esférico y todas las esferas concéntricas transmiten sus diferentes procesos de transformación a cada una de las esferas que englobe. Este sistema está definido por lo que la tradición denominó el orbe de la Luna o el orbe sublunar, incluyendo los efectos inducidos por la luz que lo traspasa.


Las cualidades activas se corresponden con el principio de repulsión, donde lo que se mueve de fuera hacia dentro repele lo que se mueve de dentro hacia fuera y viceversa. A su vez las cualidades pasivas cumplen con la función de mezclar y de separar, regidas, por lo tanto, por el principio de atracción. El movimiento rectilíneo definido por una dirección comporta dos sentidos opuestos que se excluyen y que, por lo tanto, se repelen. Respecto las cualidades pasivas, dicho movimiento se hace más rápido o más lento en función de que las diferentes partículas, componentes de ese medio, se mezclen o se separen. A través de las cualidades pasivas se producen las diferentes transformaciones, mientras que a través de las cualidades activas dichas transformaciones se materializan de un modo explícito o de un modo implícito, de un modo centrífugo o de un modo centrípeto.


Las diferentes combinaciones entre las cualidades primarias determina que haya elementos extrovertidos que son explícitos y que son expansivos, así como elementos que son introvertidos, implícitos y contractivos. A partir de esa separación polarizada se presentan las dos cualidades pasivas, siendo que si lo explícito se mezcla decimos que su expresión se corresponde con la condición fluida del aire y si se separa, se corresponde con la condición dominante y determinante del elemento fogoso. Mientras, entre los elementos contractivos existe un elemento que por sus cualidades primarias pasivas es mezclable, el agua, y otro que por sus cualidades primarias pasivas se separa, que es la Tierra; lo que se corresponde con las dos cualidades transformadoras que denominamos humedad y sequedad, respectivamente.


Tenemos, por lo tanto cuatro elementos, dos cálidos (húmedo y seco respectivamente) y dos fríos (húmedo y seco, a su vez). Donde tenemos un elemento cálido y seco que denominamos fuego, un elemento cálido y húmedo que denominamos aire, un elemento frío y seco, que denominamos Tierra y un elemento frío y húmedo, que denominamos agua.


En el orden sucesivo de los signos, a un elemento cálido (Aries) le sigue un elemento frío (Tauro) y a un elemento frío, le sigue un elemento cálido (Géminis). De esta manera se van alternando las diferentes cualidades activas, estando agrupados por parejas: cálido y frío, de condición seca (Aries-Tauro); y cálido y frío, de condición húmeda (Géminis-Cáncer).


Es en función de esas cualidades combinadas con los diferentes ritmos que la sucesión de los 12 sectores del zodíaco se dividen en cuatro períodos, que son los que determinan las cuatro estaciones del año y por lo tanto, todas las manifestaciones de la vida.




 
 
 

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